De “Pedro Paramo” a “Cien años de soledad” #GarciaMarquez





Por Francisco RIVAS LINARES



Al Gabo, en sus 85 años


A Juan Rulfo le bastaron dos obras publicadas para alcanzar la inmortalidad en el mundo de las letras: “Pedro Páramo” y “El llano en llamas”; a Gabriel García Márquez, una: “Cien años de soledad”. Ambos escritores entreveran la realidad con lo fantasioso y en sus páginas desgranan su memoria exuberante de imágenes y estampas de una visión personal sobre la vida: En “Pedro Páramo”, el triunfo de la muerte, una fugacidad triste de lo vital posesivo en el hombre; en “Cien años…” la soledad, consecuencia y epítome de una vida procelosa.

Así como podemos establecer diferencias entre “Pedro Páramo” y “Cien años de soledad”, también es factible establecer un paralelismo entre ambas, toda proporción guardada. Trataré de abordar ambas condiciones, a fin de ofrecer a los lectores una visión sui géneris de ambas obras inmortales de la literatura.

Ya los títulos en sí no se manifiestan como signos frívolos y vanos, sino que conllevan una fuerte carga significativa. “Pedro Páramo”, piedra que se levanta sobre un terreno desierto; “Cien años de soledad”, espacio temporal en que predomina el abandono y aislamiento. Soledad es un derivativo de solo, y el término desierto (páramo) es uno de sus varios sinónimos; de manera que desde la titulación misma ya encontramos una conformidad inmanente.

Tanto Rulfo como García Márquez son forjadores genuinos del cosmos donde gravitan sus temáticas respectivas. Rulfo funda Comala y Gabriel García Márquez Macondo. Aquél lo puebla con la casta de los Páramo y éste con la de los Buendía.

La órbita del pasado asoma en un primer hito y es altamente notorio en ambas obras. Desde sus párrafos primarios, tanto García Márquez como Juan Rulfo ubican al lector en hechos que ocurrieron en otros espacios temporales, valiéndose al respecto de un recurso dubitatorio en sus personajes. Así, “Cien años de soledad” se inicia con una evocación de Aureliano Buendía: .

“Pedro Páramo” principia cuando un hijo del personaje cuyo nombre le da título a la obra, reflexiona sobre la razón de su presencia por el camino que habrá de llevarlo hasta Comala, cuando su madre Doloritas, en su lecho de agonía, le arranca la promesa de ir en busca de su padre: .

Hay una suprarrealidad dominante en ambas obras, puesto que la realidad se levanta sobre hechos ilusorios; imágenes que se enraízan en una fantasmagoría subjetiva, mismas que deambulan a lo largo de ambas novelas y que obligan a otorgar consideraciones especiales al tiempo, experimentación sublime y oscilación constante entre el pasado, el presente y el porvenir.

El esquematismo biográfico es patente. Rulfo reconstruye la vida de Pedro Páramo, haciendo regresar a uno de sus hijos hasta sus propios orígenes. La búsqueda de su identidad está acentuada en el relato. En “Cien años…” cada personaje constituye en sí una biografía: las historias de José Arcadio y del coronel Aureliano Buendía; Rebeca, cuya vida comienza en la obra a partir de su llegada a la casa de Úrsula con su magro equipaje . Amaranta y su empecinado celibato enfermizo; en fin, el propio estilo en ambas novelas nos revela esta clara tendencia biográfica.

La originalidad de algunos de los nombres de los personajes, tienen una fuerte identificación con la personalidad de quienes los llevan. Pedro Páramo sugiere el carácter hosco, solitario, agresivo; el Tartamudo de la obra de Juan Rulfo, ya especifica el defecto que adolece dicho personaje. En “Cien años…” figura Pilar Ternera, en cuyo apellido subyace una clara alusión al trato de la carne, pues es la prostituta del lugar; Remedios, la bella, quien con su belleza que conducía a los hombres a morir inexplicablemente, lo que hizo correr la versión legendaria de que . Roque Carnicero, apelativo sangriento, tanto como su función de matarife, pues comandaba un pelotón especializado en ejecuciones sumarias.

Por otra parte, el machismo es patente tanto en Pedro Páramo como en el coronel Aureliano Buendía. Ambos han engendrado una infinidad de hijos en distintas mujeres. La presunción de su vigorosidad masculina no deja percibir al hombre en conjunción excelsa con la mujer, sino la contemplación escandalosa del macho con la hembra, a grado tal que .

Equidistante a esta característica, la cosificación de la mujer es manifiesta: punto para alcanzar el placer u objeto para conquistar intereses bastardos; de este modo, Pedro Páramo decide casarse con Dolores Preciado sólo para salvar un adeudo y evitar su ruina total; o bien, la abuela que obliga a la nieta a prostituirse en “Cien años de soledad” llevándola de pueblo en pueblo y que dos años antes había quedado reducida a cenizas, al quedarse la muchacha dormida sin apagar la vela; y que según cálculos .

Del mismo modo podemos establecer una semejanza temática, pues ambas novelas abordan problemas sociopolíticos propios de los países latinoamericanos. En “Cien Años…” la injerencia absorbente y descarada del imperialismo estadounidense, fauces famélicas del mercantilismo que modifica tanto a las estructuras de los pueblos; tan así, que ; y en “Pedro Páramo”, el despotismo aberrante como rúbrica de una mentalidad egoísta, altanera y ególatra.

Las mujeres en las dos obras que nos ocupan, son diametralmente opuestas por cuanto a su manera de ser. Las de Rulfo son pasivas, sumisas, entregadas cabalmente al dominio varonil; en tanto las que figuran en García Márquez, son mujeres empoderadas, dignas, sublevantes ante un masculinismo atropellado. Úrsula es el paradigma de la mujer erguida, enfrentadora de las adversidades con integridad notable y en cuya vida gravita la acción de Macondo; y .

Expresiones hiperbólicas con buen tino manejadas, hacen que la obra de García Márquez conserve un toque original. José Arcadio, en alarde de fuerza y por ganar una apuesta de doce pesos, arrancó el mostrador de la tienda de Don Catarino y lo puso en la calle, mismo que después para meterlo se necesitaron once hombres; o bien, cuando se mata le quedó un olor penetrante a pólvora y a fin de quitárselo le aplican muchos recursos, entre ellos el de , y al no lograrlo tuvieron que encerrarlo .

Rulfo es más sobrio al respecto, demuestra su poco entusiasmo por recurrir a semejante artificio literario, aunque hay que precisar que no lo necesitó el texto.

En “Pedro Páramo” la muerte trashumante domina, manifestación genuina de una cultura de la muerte, tan propia de nuestro pueblo. En “Cien años…”, la soledad, estado dominante y citación verbal que por su frecuencia promueve la creatividad supuesta de lo abandonado-silencioso.

Los tiempos son diferentes. En la obra de García Márquez la referencia hacia un pasado es adyacente al relato. Hay un foco textual que se repite constantemente: “Muchos años después…”, “pocos años después…”; o bien, “años después…”. Guillermo Putzeys Álvarez afirma al respecto que . Rulfo, en cambio, lleva su narración del presente al pasado y al futuro con suma naturalidad.

Melquiades es el personaje único que no tiene apellidos por tratarse del personaje mítico de la obra; por eso no puede tenerlos. El propio autor afirma que un mito .

“Pedro Páramo” es abundante en monólogos; en “Cien años…” es obvia su parquedad en diálogos y es tal el silencio que delata la soledad que agobia a sus personajes.

Son inagotables las sugerencias de ambas obras literarias, pues en la medida en que se avanza en su lectura, incita la imaginación e impulsa el entusiasmo por continuar su lectura indetenible.


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