De pigmeos, revanchistas y restauradores


Por Julio Santoyo Guerrero

No hace falta tener dotes proféticos para anticipar que en el muy probable caso de que el Trife confirme el triunfo del priista Enrique Peña Nieto y lo declare presidente electo, Andrés Manuel López Obrador lo calificará de "presidente impuesto por la mafia en el poder" y con esa premisa largamente difundida desconocerá la resolución de dicho tribunal. Al igual que él, la gran mayoría de las agrupaciones que hasta ahora lo han seguido lo seguirán en esta sexenal empresa y actuarán bajo la bandera de la lucha contra la imposición. No hace falta tener las virtudes de Nostradamus para adivinar un guión que día a día se viene construyendo con nitidez y de cara a la sociedad mexicana.

Tampoco hacen falta dotes de vidente para prever que AMLO convocará a diputados y senadores del movimiento progresista para que desde las cámaras enfrenten la "imposición presidencial" y promuevan la gestión de un "presidente interino". Y no obstante que la Constitución se haya reformado y que el presidente electo puede ahora rendir protesta ante diferentes instancias del Congreso y ante la Suprema Corte, promoverá las estrategias y compromisos que se puedan para que el nuevo residente de los pinos encuentre el suficiente vacío en el Congreso para que su gestión sea débil y con ello fortalecer los argumentos para una presidencia interina.

Lo que no es tan fácil predecir es cómo reaccionarán esos diputados y esos senadores una vez instalados en sus curules y colocados en el horizonte de rendir cuentas a sus electores. A diferencia de 2006 las condiciones podrían ser muy distintas. Por ejemplo, la dirigencia del PRD ha sido enfática en que se apegará a los resolutivos de las instituciones legales. Y eso quiere decir que si el Trife declara ganador a Peña Nieto muchos podrían no seguir la convocatoria post electoral de AMLO para tumbar a Peña. Aún más, el horizonte de la izquierda para el 2018 ya tiene un aspirante con suficiente peso electoral para reclamar el adjetivo de aspirante sólido, y se llama Marcelo Ebrard. Si no hay deslindes oportunos al seno del perredismo, la primer figura política que va a tronar con la confrontación postelectoral no es la de AMLO es la de Ebrard. La única fuerza electoral de la izquierda que alcanzó la mayoría de los votos, que le ganó al PRI, es la de Marcelo Ebrard en el DF, y las fuerzas electorales de la izquierda que ganaron en Morelos y en Tabasco una no es para nada obradorista y la otra está construyendo distancias con él.

Sería suicida para Ebrard poner a disposición de Obrador su capital político en el DF, es tanto como darse un balazo en un pie y renunciar a su aspiración presidencial. Por eso, el camino post electoral para AMLO no va a ser ahora tan fácil. La mayoría de los senadores y los diputados de la izquierda no han sido ciegos a la experiencia del 2006, saben que habrá confrontación desgastante y que los electores terminarán castigándolos en la elección intermedia del 2015. El único campo seguro que le queda es el de las agrupaciones radicales y anarquistas del movimiento de la "Convención contra la Imposición", pero ese es un terreno del cual no puede reclamarse como jefe real. Ese campo además no construye presencia electoral, ni amplio y plural consenso social, todo lo contrario, lo destruye y su pensamiento y acción choca frontalmente con la democracia electoral.

Paralizar los primeros meses del sexenio la actividad del eventual presidente Peña Nieto podría ser posible si los legisladores de izquierda construyen una alianza con los ahora legisladores panistas "pigmeos" (Calderón dixit). Pero esa posibilidad es remota. Los nuevos alineamientos panistas dan cuenta de que están saliendo ya del shock y la confusión que les generó la debacle del 1 de julio y que es más probable que busquen una alianza estratégica con el priismo restaurado para recuperar espacios de poder y oportunidades electorales que les serán indispensables para ser nuevamente competitivos. La experiencia en el sexenio salinista seguramente la tienen muy viva aún y saben que pueden regresar y que el camino del regreso no pasa por la confrontación.

Es difícil saber quién estará a estas alturas más nervioso, si Peña Nieto por la impugnación de la elección presidencial y el evidente conflicto post electoral que se le vendrá encima y que le durará un sexenio, o AMLO porque el Trife falle en su contra y luego le "fallen" la mayoría de los senadores, diputados y dirigentes perredistas y no haya una tercera candidatura.
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