¿En que momento se jodio Michoacan?

Por Julio Santoyo Guerrero

En la novela “Conversación en la Catedral” Mario Vargas Llosa pone en voz de su personaje Santiago Zavala, de manera abrupta e impotente, y a modo de alinear todas las preguntas que le abrumaban sobre su país, una frase claridosa: “en qué momento se jodió el Perú”. La frase,como se ve, trasciende la literatura y encaja perfectamente en ciertas sociedades en crisis. La afirmación en sí es una tesis provocadora.

La afirmación también puederesumir las preocupaciones que los atribulados michoacanos tenemossobrenuestra condición: deuda por casi 40 mil millones de pesos que asfixia el desarrollo de la entidad; asolados por la delincuencia organizada que hafeudalizado gran parte del territorio; agobiados y agraviados por el poder fáctico de grupos sociales que han convertido al estado en territorio de impunidad y tomado como rehenes a los ciudadanos para “negociar” beneficios económicos; administrados por gobiernos de proceder laxo y de baja autoestima que han extraviado la aplicación del estado de derecho; legisladores incapaces de tomar el toro por los cuernos para promover las reformas legales que necesita el estado para salir del atraso, y;liderada por políticos cuya agenda principal la determina la ambición de su bolsillo.

La afirmación de esta dolorosa tendencia, a pesar de la alternancia y otras vicisitudes económicas y políticas que debieron haber jugado para bien del estado, y de la esperanza ciudadana que se niega a claudicar, que alimenta el sueño de un Michoacán próspero y en paz pero que termina siempre doblada y frustrada,hace que la pregunta cobre mayor puntualidad. ¿En qué momento se jodió Michoacán?

¿En qué parte de nuestra historia ocurrió? ¿Enel momento en que se construyó la tradición clientelar, corporativa y paternalista del priismo de los años 40´s del siglo XX, que luego colonizó a todos los partidos incluida la izquierda más radical,la que ha encontradoen el presupuesto público el medio para construir su propia red clientelar?

¿Ocurrió por la ausencia de unapráctica democrática que sirviera dealternativa y que al no existir dejóciega y sin rumbo a nuestra transición? Cultura, que por cierto,nadie pudo aportar porque no la habían practicado. Se redujeronaadjetivar lapalabra,la queusaroncomo conjuropara exorcizar la sospecha de no estar a la vanguardia, en nombre de la cual incluso se sembró un árbol en el jardín contraesquina al Colegio de San Nicolás, y que terminó olvidado como la misma democracia y sus valores.

¿Se precipitó por la mezquindad, pragmatismo y estrechez de la nueva clase política, surgida de la transición ochentera, que no asumió el compromiso para promover cambios y que tuvo que reciclar con “resignada” comodidad los viejos vicios con los cuales terminó sintiéndose plenamente satisfecha y halagada?

¿O fue cuándo una transición sindical, mal conducida y fallida, desató un proceso de casi 24 años de anarquía que terminódegradando la educación pública, cuya rectoría ya había sido entregada al sindicalismo jongitudista en el año 86, colocándonos en el sótano de los indicadores educativos, no obstante el esfuerzo maravilloso y anónimo de un gran sector de docentes que cumplen diariamente con su deber en las aulas, pero cuya epopeya es insuficiente para revertir el daño?

¿O esta se originó cuándo la modernidad industrial y la actual era de las tecnologías de la “comunicación” modificó el funcionamiento de nuestras familias y comenzó a inocularse el síndrome de la desintegración y con ello nos vino también la pérdida de vínculos y el desvanecimiento de valores sin que para ello tuviéramos alternativas que evitaran los daños que sufrimos?

¿O fue en la hora en que los gobernantes permitieron y los ciudadanos toleramosuna primera impunidad y luego una cascada de permisividades y hasta apologías insensatas del crimen organizado, lo que dio pasoa la feudalizaciónque lacera hogares y economías?

Pero sin duda fue también en el momento en que los gobernantescomenzarona comprar gobernabilidad, otorgando recursos públicos para contentar inconformes, maicearlos y asegurar votos, precio que fue creciendo hasta el punto de acumular la fatal deuda pública que hoy tiene el estado y de la cual fue campeón el exgobernador Leonel Godoy con la complicidad de una legislatura que jugó el papel de ujieres virreinales.
Es decir, fue en el momento en que los gobiernospasaron a entregar cuantiosos recursos públicosa grupos sociales claudicando a la rectoría constitucional del estado para terminar concediéndoles de facto un estado de excepción, haciendo de Michoacán un estado cuasi separatista, en donde los acuerdos podíanhacerse al margen del pacto federal pero con costo financiero a los precarios ingresos estatales.
Con certidumbre, todo ocurrió en el momento en que laclase políticamichoacana se quebró y fracasó en su ánimo civilizatorio, creativo, ético y constructivo y se autoderrotó como liderazgo para hacer de la democracia una forma de vida para los michoacanos.

Michoacán se jodió en el momento en que todos descuidamos los valores de la democracia y dejamos de promover sus instrumentos como vías civilizadas para entendernos y solucionar las discrepancias en el marco de la legalidad. En el momento en que a los líderes políticos les ganó la animadversión primitiva, personal y enconada y comenzaron a llevarse entre los pies a todos los michoacanos, utilizando su liderazgo no para atender a Michoacán, sino para atender su agenda personal y mezquina.

Michoacán se Jodió en el momento en que los gobiernos hicieron de las leyes moneda de cambio para negociar lealtades fugaces y veleidosas y estériles alianzas electorales.

Así se jodió Michoacán. Y seguirá ese camino si cada cual no asume su responsabilidad. En primer lugar quienes gobiernan, en segundo la clase política toda, en tercero los liderazgos sociales, académicos, intelectuales, empresariales, y siempre y en todo momento la iniciativa de los ciudadanos a quienes les nazca del alma decir ¡Ya basta que se siga jodiendo Michoacán!