Felicidad en el ciberespacio: La Edad de la Inocencia

Por Teresa Maria G. Da Cunha Lopes;

“The Age of Innocence”de Edith Wharton es una de mis novelas favoritas. Lo mismo no puedo decir de la película dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por Daniel Day-Lewis, Michelle Pfeiffer y Winona Ryder. Y confieso que llevo toda esta mañana de un miércoles de diciembre leyendo sobre (y soñando con) un viaje en el nuevo Oriente Expreso, desde Venecia hasta Budapest y de Budapest hasta Londres, pasando por Viena y Paris. Confortablemente instalada en mi cama, con un buen café al lado, la negra Diana dormitando sobre los pies, al estilo de Monsieur Voltaire coloco mis libros, notas sobre la colcha y trabajo, sueño, dormito y critico.

O sea, inmersa en las conexiones de un mundo de fibra óptica, sueño con el regreso a la “edad de la inocencia” en un mundo pre-redes sociales, pero encuadrado dentro de las opciones de ocio propias del inicio del siglo XXI. Un mundo lleno de paradojas, la paradoja última de la vida de un intelectual a principios del siglo XXI.

La perfecta, lujosa y "feliz" vida de un intelectual en la Sociedad de la Información a principios del siglo XXI: un buen título para leer, una iPad y Wi-Fi, vacaciones a la vuelta de la esquina, una máquina de Nespresso, la posibilidad de una breve salida al final de tarde y del olvidado hábito del aperitivo, un concierto por la noche, una película en Internet. Y, la tarde jugando con dos, tres títulos para otras tantas crónicas mordaces, sutiles y duras y un ensayo pesado, relleno como un pavo de citas y de referencias, eructando de pseudo-reflexión crítica en el tintero.

Y, tal como Newland Archer, quien en su fuero interno siempre criticó todas las costumbres, pero era incapaz de desafiarlas,soy incapaz, una vez más, de desafiar a una sociedad que ahora es en apariencia,sólo en apariencia, muy distinta a la de entonces y por miedo a escandalizar a una nueva generación que desconoce este mundo de intrigas y de “pequeños asesinos del ego “que se llama “academia” adopto la postura de la activa investigadora y muy productiva autora.

Y regreso a mi particular isla digital , habitada por palabras, segundos, pixeles, silencio y resistencia. Vivir ente Voltaire y Enid Wharton en un mundo digital es uno de los deportes más duros que conozco. Ahora bien, me dicen los nuevos ciber sociólogos, (ya lo sospechaba yo) tal no aumenta mi índice de felicidad.

Me resta el consuelo de que no soy caso único. Aparentemente, ninguna de las islas digitales de los mundos cibernéticos individuales de los twitteros y de los facebookeros produce efectos positivos en sus respectivos indicadores de felicidad. Todo lo contrario. Lo intuía , pero no tenía, hasta el momento, la prueba.

Un reciente estudio sobre los usuarios de Twitter publicado por un equipo de científicos de la Universidad de Vermont en los Estados Unidos muestra una disminución en el promedio de felicidad en los últimos tres años.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores estudiaron a más de 46 mil millones de palabras escritas por los 63 millones de usuarios de Twitter: "Los miles de millones de palabras para expresar lo que siente el usuario de Twitter nos dan una visión general del estado de ánimo en el mundo". Según Peter Dodds, uno de los líderes del estudio: "El estudio dirigido a los jóvenes y las personas con smartphones, pero Twitter es ahora casi universal. Todos los datos demográficos están representados."

El estudio pedió a un grupo de voluntarios cual el rango del 1 al 9, el "índice de felicidad", asocian a cada una de las 10.000 palabras más usadas en el idioma Inglés. En promedio, la palabra "risa" se sitúa en el 8,5 / 9, "alimento" 7,44 ,"camión" 5,48 ,"avaricia" en el 3.06 y "terrorista" 1.3.

Analizaron la frecuencia de uso de 46 mil millones de palabras utilizadas en la red social.

Debido a que los tweets se escriben en un espacio construido como una timeline (línea del tiempo) y que quienes los escriben son geo localizables , el equipo de la Universidad de Vermont pudo realizar un mapeo de la “felicidad” en el espacio y el tiempo.

En la escala de una semana, por ejemplo, el estudio muestra un pico de la felicidad el fin de semana. Por el contrario los usuarios de Twitter son los menos felices lunes y martes. Cada día, la felicidad disminuye a medida que avanza el día.

A largo plazo, los científicos observaron "picos de la felicidad" durante las vacaciones de Navidad y el Día de San Valentín. La mayoría de los días negativos son generalmente el resultado de un evento externo que perturba la rutina, como el tsunami en Japón o incluso la muerte de un actor o una noticia negra de la “eterna noche” de la crisis financiera.

Estes resultados apuntan para lo que podría ser un giro sociológico .Hasta ahora, se estimaba que la felicidad sólo podía ser medida a través de indicadores económicos como el PIB. Ahora, con la pérdida de la “edad de la inocencia” estamos bajo el monitoreo de los nuevos sociólogos de la era de las redes sociales con nuestras emociones,tristezas, estados de alma, alegrías en código binario visibles en la tenue luz de los pixeles de los servidores ronroneantes de la ciberpolis mundial .

Perdimos el alibí de la ignorancia y fuimos expulsados de la “edad de la inocencia”. Ahora sólo nos resta esperar que una Dra. Susan Calvin,hecha a la imagen del personaje ficticio de Isaac Asimov con su odio a los hombres, su genialidad y su fascinación por la mente de los robots, nos venga a analizar la insoportable levedad de la mente cibernética y de sus estados de “alma”, sobre los cuales reposa la organización de nuestro universo de "islas" digitales.
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