Keynesianismo y coyunturas historicas, economicas y politicas





Por Teresa Maria G. Da Cunha Lopes;

Dentro de la coyuntura histórica, económica y política, del siglo XX el keynesianismo -y sus proyectos consecuentes como el Estado de Bienestar y el desarrollismo- dio a los dirigentes mundiales la oportunidad de salvar la democracia, cuya existencia llegó a verse amenazada debido al auge de las dictaduras producto de la incapacidad del liberalismo clásico de resolver la crisis.

Debido a esta razón, los principios del keynesianismo fueron aplicados de una u otra manera en gran parte de los Estados occidentales desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta que en los años setenta un nuevo tipo de crisis llevó a su cuestionamiento y el resurgimiento de aproximaciones clásicas bajo el neoliberalismo.

El mundo en el cual vivimos hoy es fruto de esa incursión del neoliberalismo en las filas de los tecnócratas de los bancos centrales y de las secretarias de los ejecutivos naxionales, que repiten hasta la insanidad los presupuestos de la “biblia neoliberal” difundida, año con año en las reuniones de Davos. México y su historia económica reciente, post 1990 ,es un exemplo de esto.

Hoy, asistimos, de nuevo, a la incapacidad del neoliberalismo para solucionar la crisis y para defender nuestras libertades cívicas y derechos politicos y sociales.

No existe democracia plena cuando las familias tienen hambre, cuando el acceso a la educación y a la salud son deficientes, cuando la equidad de hecho y de derecho es omisa, cuando la decision soberana del pueblo en las urnas es subvertida por las imposiciones de Wall Street.

Es altura de regresar de nuevo a los principios keynesianos y afirmar, tal como lo hace el Premio Nobel de la Economia Paul Krugman en su blog del New York Times : “Keynes tenía razón”.

Si bien las repercusiones político-económicas de Keynes y varios de sus partidarios son variadas, algunos creen, de forma simplista, que la idea del keynesianismo es salvar al capitalismo o mantenerlo estable. Desde el lado opuesto, pero quizás con la misma intención y similares mecanismos retóricos, Keynes es descrito como siendo “mucho más que un keynesiano".

En la realidad no se trata de salvar al capitalismo, per se, sí de salvar a la democracia fundamentada en los derechos y libertades individuales. Para tal, es necesaria la existencia de un Estado, con instituciones fuertes, división de poderes clara y en que la relación de los ciudadanos con éste está anclada en el respecto y ejercicio de los Derechos fundamentales.

Desde el punto de vista de Keynes mismo, y a nivel de la Economía política el punto central de su teoría se basa en una percepción derivada tanto de Marx, como de Schumpeter. Ambos pensadores consideran que la crisis es, en el mediano y largo plazo, una parte intrínseca del sistema capitalista (y que eventualmente lo destruirán).

Ambos pensadores permiten entonces a Keynes sugerir que el sistema delineado por Adam Smith solo puede referirse a una etapa y momento específico en el cual el capitalismo se estaba desarrollando pero que en general, ese desarrollo no puede existir sin la crisis y no puede dar prosperidad en un lugar y momento históricos dados si es que no está explotando en algún otro.

Irónicamente, el keynesianismo podría retornar la acusación que los partidarios de la Segunda Escuela Austriaca (o sea, de los seguidores de Von Hayek) le hacen “podríamos resumir la tesis de Hazlitt en que las falacias y los errores económicos provienen de fijar nuestra atención en los efectos que una medida económica tiene a corto plazo y sobre un reducido sector”.

Pero tal respuesta, a pesar de ser correcta, podría quizás llevar a un equívoco: si aceptamos que las crisis son parte inherente del capitalismo, la eliminación de estas demanda medidas que vayan más allá que ese sistema. En palabras keynesianas, “solo el Estado puede restaurar los equilibrios fundamentales”, y la participación del Estado implica movimiento hacia el socialismo.

El problema -por lo menos para algunos- es que Keynes, por un lado, desea que esa transformación sea democrática y, por el otro, cree que para eso se necesita un nivel de comprensión y control sobre la economía que, en su tiempo por lo menos, no existía.Y que aparentemente, nosotros no tenemos, o lo perdimos. El cambio del sistema de propiedad de los medios de producción no basta para resolver los problemas de la economía.

Keynes dijo en 1926, como respuesta a la proposición de que lo que se necesitaba era la “insurrección proletaria”: “Nos hace falta, más que normalmente, un esquema coherente... Todos los partidos políticos tienen sus orígenes en ideas del pasado, no en nuevas y ninguno más notoriamente como los de los marxistas. No es necesario debatir las sutilezas de lo que justificaría a un hombre promover su evangelio por la fuerza, porque nadie tiene ese evangelio. La próxima movida es con la cabeza, pero primero debemos esperar”. ¿Les suena? Creo que estas frases y pensamiento de hace casi un siglo, describen bien lo que estamos viviendo hoy.

Keynes no puede pensar de otra manera, en ese lejano 1926 frente al surgimiento de los totalitarismos, fascismos y comunismos, en Europa. Si la percepción que la descripción de Smith y las formalizaciones posteriores corresponden a un momento y lugar particular es correcta, sigue que las leyes generales de la economía, especialmente la “ingeniería económica” (rama que se refiere a las decisiones prácticas, del día a día, empresa por empresa, etc.), están por descubrirse.

La cuestión es:¿podemos nosotros arriesgarnos a pensar diferente en este inicio del 2012 frente al agresivo ataque de la plutocracia a nivel mundial, nacional y local? Frente al ataque sistemático a las estrucuras democráticas por parte del nuevo totalitarismo: el de los mercados financieros.

La propuesta -llamada socialista y siniestra por los partidarios de la Segunda Escuela Austriaca, o sea de Von Hayek- que Keynes eventualmente produjo es la eliminación del poder de la escasez del dinero, situación usada y exacerbada, en su opinión, por la acción de los especuladores, financistas o capitalistas, a través de la acumulación que les permite demandar altas tasas de interés por su uso, lo que lleva, en su opinión, al “poder progresivamente opresor de los capitalistas para explotar el valor de la escasez del capital”.

Esa eliminación se basa en dos medidas fundamentales: el abandono definitivo del oro como moneda y su reemplazo con el sistema de divisa moderna, que se podría llamar dinero fiduciario pero que puede ser vista como un paso hacia la concepción del dinero como unidad de cuenta. La otra medida complementaria fue poner el rol de emisor del dinero y control sobre la tasa de interés en el Estado a través del banco central.

Estas propuestas fueron generalmente adoptadas a nivel mundial con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial a nivel de los países, pero su corolario lógico ,la adopción de un sistema monetario común independiente de los gobiernos individuales no lo fue (Acuerdos de Bretton Woods).

El propio Keynes no ve esa propuesta de acción estatal como novedosa o extraordinaria en si misma. Por el contrario, es algo -que en su opinión- todos saben y aceptan, solo que es aplicada en casos excepcionales; sólo propone utilizar esa aproximación más generalmente, tal como lo expresa en la Carta a Roosevelt: “Eso es por lo cual la guerra ha siempre causado una actividad industrial intensa. En el pasado la finanza ortodoxa ha considerado la guerra como la única excusa legitima de crear empleo a través del gasto gubernamental. Ud, Sr Presidente, habiéndose librado de tales preconcepciones, está libre para utilizar en el interés de la paz y prosperidad esas técnicas que con anterioridad solo se les ha permitido servir los propósitos de la guerra y la destrucción” (J.M. Keynes: Carta abierta a Roosevelt, punto 8).

Lo que si considera especial es la dilucidación de las relaciones económicas que sustentan el funcionamiento de la economía. Principal entre estas es el papel que el dinero y las tasas de interés juegan. Para Keynes, tal aclaración y subsecuente traspaso al poder del estado el control de ambos factores llevara a la desaparición de los especuladores, financistas o capitalistas (o por lo menos de ese aspecto de la función empresarial) lo que a su vez permitiría el uso completo de los factores de producción.

En otras palabras, la propuesta de Keynes es que el Estado debe jugar en general un papel contracíclico en la economía: estimulando la demanda en momentos de recesión y restringiéndola en momentos de auge. De esta manera, los ciclos económicos se aminoran y no se transforman en crisis. Esta es la grande lección keynesiana, este es el paradigma que los gobiernos han olvidado.

Ahora bien, desde el 2008, los ideólogos de turno lo que han hecho es todo lo contrario y, como lo comenta Krugman: “Recortar el gasto público cuando la economía está deprimida deprime la economía todavía más”. Ejemplos: Estados-Unidos, Irlanda, Portugal, Grecia en que la luz al final del tunel de la depresión no es visible. Sólo espero que para nuestro bienestar y nuestro futuro, en el Estado de Michoacán alguién haya leído la “Teoría General”. Lo dudo, pero tengo fé.
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