Se buscan filosofos para pensar el nuevo paradigma economico



Por: Teresa M.G. Da Cunha Lopes


Los manifestantes que ocupan Wall Street ejercen una función que aparentemente los economistas han dejado de hacer, o que, simplemente no pueden ya hacer porque no fueron enseñados a pensar . Están colocando cuestiones sobre la naturaleza del sistema económico y del paradigma vigente, el capitalismo.

Esa función, que los economistas abandonaron, es la de pensar en términos filosóficos, colocando cuestiones sobre la naturaleza de los sistemas y sobre los paradigmas en que se sustentan los sistemas económicos, modelando el presente y produciendo visiones del futuro revolucionarias.

Pero , los economistas (lo hemos visto en los últimos cuarenta años y con mayor incidencia desde el 2008), carecen de perspectiva. Los economistas, de quiénes se podría esperar un macro análisis del sistema, de sus interacciones, de sus paradigmas y de sus puntos de ruptura, hace tiempo que han dejado de pensar en términos de los sistemas económicos, y por ende están intelectualmente paralizados frente a la urgencia de una reflexión sobre el capitalismo, como sistema, y a la necesidad de construir una visión integral (filosófica ) del mundo.

Esto no siempre fue así. Hasta los años setenta todos los departamentos de economía de las grandes universidades (y las otras por reflejo mimético) solían ofertar una panoplia de cursos teóricos sobre "sistemas económicos comparados," en que los contrastes entre el capitalismo y el socialismo o la comparación entre los países escandinavos, el modelo francés y los modelos anglosajones del capitalismo eran analizados con profundidad y con encendidos debates teórico-filosóficos.

Este tipo de formación intelectual surgió en el contexto de la guerra fría, cuando la batalla del bloque occidental de las democracias liberales con la Unión Soviética pasaba por la demostración filosófica, ética y teórica de que nuestro sistema era mejor que el suyo.

En esos tiempos leíamos a Althusser, antes de leer a Marx y a los “Socratic Puzzles” de Robert Nozick antes de atacar la lectura de la •”Teoría General” de Keynes, o íbamos escuchar a Lévi-Strauss hablar de las sociedades a-históricas, pasando por una rápida hojeada de Deleuze y Guattari , de los cuales se descansaba, el fin de semana, con las novelas de Alexander Zinoviev antes del debate en clase sobre las cuestiones propiamente económicas.

Pero con la caída del Muro de Berlin y la desaparición de la Unión Soviética, esta motivación desapareció. La globalización, según nos martillan en titulares que duran un minuto en la copia electrónica de los medios de comunicación, ha creado un sistema único de capitalismo impulsado por la competencia internacional (haciendo caso omiso de las diferencias muy reales entre, por ejemplo, China y Estados Unidos; Francia e Inglaterra; Brasil e India). Y, como, aparentemente esta es casi la única fuente de conocimiento de un sistema educativo que dejó de pensar para pasar a “copiar y pegar”, método disfrazado en sistema de “competencias y destrezas” por nuestros queridos estalinistas de la pedagogía, producimos un producto universitario para el mercado de trabajo y no un ser humano crítico, pensante y dudando.

Ahora tenemos una profesión llamada “licenciatura en economía”, con economistas, que casi nunca abordan su tema fundamental, "el capitalismo"(lo mismo podríamos decir de los juristas, que se educan en “leyes” sin casi nunca reflexionar sobre la cuestión fundamental de la justicia y de la naturaleza del derecho,pero este tema queda para otra ocasión).

Para la mayor parte de los economistas actuales esto parece ser irrelevante. De hecho muchos son aquellos que argumentan que lo que importa son las preguntas sobre si los mercados son competitivos, si la competencia es monopolística o las cuestiones sobre el funcionamiento de la política monetaria.

Para la mayor parte del público tal era considerado normal, inclusive garantizaba un dominio técnico que irradiaba confianza. Hasta que la crisis nos confrontó con la ausencia total de un pensamiento crítico, con el desnudo cinismo de aquellos que no parten de un Principio, de ningún Principio, se exceptuamos al “pragmatismo” y cuya visión es parcelaria, fragmentaria y conceptualmente frágil.

Hay algo de verdad en ese argumento. Con efecto, durante el período de estabilidad del paradigma vigente, los economistas hacen mucho mejor su trabajo cuando abordan problemas bien definidos y delimitados. En esto siguen la opinión enunciada por Keynes, de que los economistas deberían ser más como los dentistas: “gente modesta que observa una pequeña parte del cuerpo, pero que elimina una grande cantidad de dolor”.

Sin embargo, también hay desventajas en acercarse a la economía como un dentista. Sobre todo, en períodos de acumulación de contradicciones al paradigma vigente (el capitalismo), en períodos de ruptura del sistema , cuando la pérdida de la visión de conjunto sobre el sistema impide la producción del nuevo paradigma. En la ausencia de visionarios poderosos capaces de hacer la refundación teórica necesaria del propio capitalismo, este no puede cuestionarse y por ende, ni evolucionar ni transformarse. Se introduce, entonces la “stasis”, o sea la crisis, en que las diversas fuerzas presentes se anulan entre sí, imposibilitando la solución o salida de la misma.

El propio Keynes fue uno de esos visionarios que pudo ir más allá del paradigma vigente a inicios del siglo XX y proponer un camino de salida de la Grande Depresión en el 1936 y un plan de reconstrucción económica en el post 45. Su obra que contesta el modelo clásico de la economía se vio impulsada por una poderosa visión del capitalismo. Si bien Keynes creyó que el capitalismo era el único sistema que puede crear prosperidad, también argumentó que el mismo era intrínsecamente inestable y por consecuencia necesitaba de estar sujeto a un proceso continuo de reforma. Pero para la reforma continua del sistema se necesitan de filósofos, de pensadores, de visionarios, pero no de “economistas- odontólogos” .

En la realidad Keynes no era “un economista”, sí el creador de una visión (un filósofo) que formaría toda una generación que había experimentado la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial y quería construir un nuevo mundo y un nuevo orden. O sea, es parte del club de los grandes visionarios (filósofos) económicos como Adam Smith, John Stuart Mill, Karl Marx y Amartya Sen. A finales del siglo XX, el principal desafío a la visión de Keynes provino de economistas como Friedrich von Hayek y Milton Friedman, los cuales defienden un modelo económico basado en la negociación entre individuos libres, que funcionan como agentes económicos libres (homo economicus) al interior de un mercado dado, en que la intervención del Estado es mínima o inexistente.

En particular Friedman acusaba al keynesianismo de ser inadecuado para la tarea de hacer frente a la estanflación (concepto introducido por McLeod, ministro de Economía del Reino Unido para definir un contexto en que simultáneamente coincidían bajas tasas de crecimiento, o incluso negativas, con una fuerte inflación.) de la década de 1970.

Esta visión neoliberal a su vez ha sido socavada por la crisis actual. Esta ha obligado desde el 2008 a regresar al intervencionismo gubernamental en grande escala (ejemplos: plan de rescate de la Industria Automotriz de Obama, recapitalización de los bancos, plan de rescate griego de la UE, etc) para evitar otra Gran Depresión. En cierto sentido, Keynes tenía razón, el sistema por su propia naturaleza es inestable y obliga a un proceso continuo de reforma. Pero en la realidad llevamos cuatro décadas sin ninguna reformulación substancial del mismo.

Es más que evidente que necesitamos una nueva visión de un futuro y de una economía que sea alternativa del capitalismo. Sin embargo, gracias a las décadas de formación académica en la "economía tipo odontología" los Keynes o los Friedman de hoy son tan difíciles de encontrar como el abominable hombre de las nieves.

Estamos condenados a dejar en manos de Trichet, de Lagarde, de las Merkel, del inefable Tim Geithner la conducción de una salida para la crisis. Incapaces, por su propia formación de asumir ese papel del visionario o el método del filosofo ante los problemas actuales, todo lo que pueden hacer es una simulación de “reformas” enmascaradas en una terminología repetitiva: credibilidad, disciplina presupuestaria, recorte al gasto público, bonos europeos, troika, fondo europeo de estabilización financiera, edge funds, etc, etc.

Olvidados en este océano de ruido quedan las cuestiones fundamentales y su imposibilidad (real) de ver que la economía es una importante componente de la vida de cada uno de los seres humanos. Cuando se “recorta el gasto público”, no se trata de una operación quirúrgica con láser que opera sobre un concepto abstracto. Se trata de eliminar diversos programas, com los de la seguridad social, los educativos y los de salud. Se trata en la realidad de lanzar a la miseria a millones de seres humanos. Es un problema que parte de la definición de “Justicia” y de “Equidad”, no de una operación contable.

La negativa en discutir el tipo de capitalismo que queremos, o mismo el hecho de que no queremos ningún tipo de capitalismo, nos priva del derecho a pensar en nuestro propio futuro. Para los líderes del G-20 es mas fácil negociar los topes aceptables del déficit, los detalles operativos de la repartición de los despojos de los rescates de la deuda o el calendario de sus diversas fases , que pensar el cambio paradigmático del sistema.

Si los economistas quieren ayudar a crear un mundo mejor, primero tienen que hacer, y después tratar de responder, las preguntas difíciles que pueden dar forma a una nueva visión del potencial del capitalismo o del potencial del hombre en un sistema no capitalista.

Para tal tienen que se transformar en filósofos . Y colocar como central la cuestión de una economía a escala humana en que la teoría de la justicia ”que puede servir de base para el razonamiento práctico debe incluir maneras de juzgar cómo se reduce la injusticia y se avanza hacia la justicia, en lugar de orientarse tan sólo a la caracterización de sociedades perfectamente justas”(Amartya Sen)

En cuanto no lo hicieren, esas preguntas continuarán siendo colocadas en la calle por los Indignados.
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